Dispuestos a pensar, ¿Desde dónde lo haríais?. Yo lo haré desde aquí, desde “mi banqueta”.
Todos tenemos en mente aquella silla sin respaldo, posiblemente la más fea de todas, donde, cuando éramos pequeños, nos sentaban en las cenas familiares con la excusa de que estuviéramos más altos, a la misma altura de la mesa que los mayores. Esa era la banqueta democrática, todos, niños y adultos, a la misma altura para llegar bien a los langostinos.
Esa banqueta que no ocupaba sitio. Siempre silenciosa en una esquina de la cocina esperando a que alguien la utilizase para sentarse o para llegar al último estante. Esa era la banqueta multiusos, más provechosa que una navaja suiza, pero con el diseño más sencillo que nos podemos imaginar; cuatro patas unidas por cuatro tornillos a un tablón de 30×30, en el mejor de los casos acolchado. ¿Quién da más?
Como todo lo que nos rodea, las banquetas han cambiado, pero por muy modernas que las veamos, siguen siendo la banqueta democrática multiusos de siempre